FÚTBOL. SHANKLY, EL PRIMER IMPULSOR DEL LIVERPOOL
El hombre que creó la mística de Anfield Road
"Un equipo de fútbol es como un piano. Necesitas a ocho personas que lo muevan, y tres que puedan tocar el condenado instrumento"
"Esta ciudad tiene dos grandes equipos: el Liverpool y los suplentes del Liverpool"
"El problema con los árbitros es que conocen las reglas, pero no el juego"
"Si el Everton jugara en el jardín de mi casa, cerraría las cortinas"
En las escaleras que dirigen del vestuario al césped hay una placa que reza: "This is Anfield". Los jugadores del Liverpool y sus rivales recuerdan así antes de un partido dónde están y qué afición les espera en la grada. Fue Bill Shankly (1913-1981) quien ordenó la colocación de aquel lema para que nadie olvidara que por encima de los futbolistas está la mística de un escenario sagrado del fútbol. El escudo del club por encima de los nombres que lo defienden. Fue Shankly quien convirtió el sentimiento red en una religión. 30 años después de su muerte, aún se le recuerda en el Reino Unido como el mejor manager de todos los tiempos.
A las afueras del Anfield Road se levantó la estatua de un hombre con rostro sonriente y los brazos abiertos en gesto de triunfo. A sus pies se puede leer: "The man who made the people happy". La imagen inmortaliza a Bill Shankly, el técnico que rescató al Liverpool del olvido futbolístico y sembró las primeras semillas de uno de los equipos más importantes del mundo. El fútbol no era para él una cuestión de vida o muerte sino que llegaba más allá. Con esa pasión comenzó a cambiar el rumbo de la entidad desde su llegada en 1959.
Sus modos eran secos y contundentes. Pocas palabras y mucha intención. Su carácter rudo fue el eco de una infancia vivida en un ambiente hostil. Nació en Gleenbuck, una pequeña localidad escocesa al sur de Glasgow. Con 14 años abandonó los estudios y entró a trabajar en una mina de carbón. Allí comenzó su idilio con el fútbol, en partidos de recreo que terminaron por animarle a buscarse una vida más cómoda gracias al balón. Cinco de sus diez hermanos siguieron el mismo camino.
Emlyn Hughes, Bill Shankly, J. B. Toshack, Kevin Keegan y Ray Clemence, almas de aquella plantilla del Liverpool
Shankly fue un medio volante diestro de buen toque y valiente. Jugó en equipos modestos y llegó a ser internacional con Escocia. Su carrera como jugador terminó cuando la II Segunda Mundial obligó a aparcar temporalmente las competiciones en el Reino Unido. Ya había tenido tiempo para demostrar sus dotes como gestor de grupos. Quienes le conocieron entonces adivinaron pronto que sería un fantástico entrenador.
La primera oportunidad como técnico le llegó en 1949, en el banquillo del Carlisle United, su último equipo como jugador. Luego dirigió al Grimsly Town (51-54) y el Huddersfield Town (56-59). Con ninguno de ellos consiguió quedar por encima del duodécimo puesto en la Second division. Sin embargo, su sentido común en la toma de decisiones, su discurso sentencioso y su apuesta por los nuevos talentos no dejó indiferente a nadie. Una tarde de noviembre de 1959 le abordaron dos hombres a la salida de un partido. Eran Tom Williams y Harry Latham, dueños y responsables del Liverpool. "¿Le gustaría entrenar al mejor equipo de Inglaterra?", le preguntaron. Shankly contestó: "¿Por qué?".
Los éxitos llegaron pronto ya que en su primer año consiguió devolver al equipo a la First Division (actual Premier League). Posteriormente conquistó tres ligas, dos FA Cup y una Copa de la UEFA. Las bases del gran Liverpool quedaron sentadas con un juego atractivo en el que el balón circulaba de pie en pie -passing game-. Los títulos otorgaron al discurso de Shankly cierto despotismo, sobre todo con el vecino: "Cuando no tengo nada que hacer miro debajo de la clasificación para ver como va el Everton".
En 1974 dejó de entrenar. Fue el mayor error de su vida, tal y como reconoció después. En su adiós pensó que le mantendrían ligado a la entidad en algún puesto de honor. No fue así. Al contrario, los dueños del club ardían de celos por la admiración sin límites que le profesaba la afición.
En su primer año de retiro durmió el gusanillo del fútbol dejándose ver asiduamente por los entrenamientos. En aquellos tiempos se realizaban con la puerta abierta a cualquiera. Pero su figura ensombrecía la del nuevo técnico, Bob Paisley. Éste le pidió que nunca más apareciese por allí. "Es mi equipo y tengo cosas nuevas que hacer", le dijo.
El genio Shankly falleció el 29 de septiembre de 1981 por culpa de un corazón débil que pagó su antigua afición al tabaco. Su muerte conmocionó a toda la ciudad. Atrás dejó un legado futbolístico impresionante. Su huella física imborrable queda en esa estatua en bronce que Carlsberg, patrocinador del equipo, sufragó y levantó en su honor en 1997 para ganarse la simpatía de The Kop. Allí recoge con los brazos abiertos en cada día de partido el cariño de una hinchada que no le olvidará jamás.
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